En el mes de enero de 1870 se efectuó la
primera corrida de toros a beneficio de la compañía. Se lidiaron once toros,
todos obsequiados. A partir de ese instante y en años posteriores, este
espectáculo taurino muy común para la ciudad de Lima y heredado de los tiempos
de la colonia, fue para la compañía una gran fuente de ingresos en virtud que
los programas organizados, resultaban de mucho agrado para la sociedad
concurrente, la cual salía por demás satisfecha de concurrir a la misma. Cada
corrida constituían no solamente la lidia sino espectáculos musicales en el
intermedio y algunos otros números que con mucha pompa se presentaban; Así
también la destreza en la construcción de castillos de escala, por los
bomberos, sin lugar a dudas era el deleite del público.
Gracias a estos espectáculos, la compañía
hizo su caja para el sostenimiento de la economía institucional por largos años,
tanto así que gracias a estas actividades se adquirieron entre materiales de
incendio y zapa, nada más y nada menos que la primera bomba a vapor de la
ciudad que fue bautizada con el nombre de José
Francisco Andraca y sirvió para los casos de incendio por cincuenta años
ininterrumpidos.
En el reglamento en vigencia, contemplaba
la obligación de organizar anualmente una corrida de toros en beneficio de la
compañía. Tales eventos como ya dijimos constituyeron la principal fuente de
recursos para solventar gastos de compra de material, mantenimiento a las
bombas, carros mangueras y demás útiles de servicio y sobre todo, mantenimiento del cuartel. El año de 1872 se realizó
una corrida en el mes de junio donde se lidiaron 14 toros de muerte todos obsequiados,
que lucieron riquísimas enjalmas [1] y elegantes moñas obsequiadas también, por distinguidas señoreas y señoritas de
la sociedad limeña.
Los cinco espadas que en ella tomaron
parte lo hicieron gratuitamente, lo mismo que ocho de los banderilleros y dos
de los capeadores de caballo. El resto de la cuadrilla tuvo la consideración de
hacer una buena rebaja. La compañía como siempre hizo con sus benefactores
gestos de agradecimiento y como muestra a sus desprendimientos, por esas
manifestaciones de entrega, obsequió sendas medallas conmemorativas de oro y
plata a las personas que habían hecho obsequios de toros y enjalmas y a los
valientes diestros, con riquísimas alhajas que habían sido recibidas como donativos de parte del
comercio de la ciudad.
Más esa misma tarde una desgracia tiño de
sangre el ruedo. La herida que uno de los toros que se lidiaron hiciera al
espada Ponce, ocasionó su muerte. Al momento de la corneada fue atendido
inmediatamente por el personal allí asistente, pero lamentablemente todo
esfuerzo fue en vano y nada se pudo hacer. La Bomba Lima se hizo cargo de los gastos de la asistencia así como
del entierro el que se efectuó con gran solemnidad dejando un gasto de 1,175
soles de la época. Contrario a la tragedia, esta actividad arrojó una utilidad
de 5 mil 100 soles para la tesorería de la compañía.
En
el mes de mayo de 1878 se efectuó la corrida de toros anual en beneficio de la
compañía con resultado satisfactorio y que sobrepasó las expectativas que se
tenían a mérito de los trabajos hechos para llevarla a cabo. La comisión
organizadora se encontró dueña de 24 toros obsequiados por hacendados y
capitalistas protectores de la compañía, por lo que se resolvió, dar dos
corridas: la primera en la que se lidiaron 14 toros el 5 de mayo y el día 12
del mismo mes, la segunda en que se lidio diez. El éxito obtenido en estas dos
corridas, permitió hacer frente a los compromisos contraídos por el pedido de
material hecho a los Estados Unidos de Norteamérica.
Pasado
el desastre económico originado por la Guerra del Pacífico de la cual
hablaremos en capítulo más adelante, el
19 de abril de 1885 tuvo lugar una gran corrida de toros, en la que
distinguidas señoras y señoritas obsequiaron elegantes banderillas y moñas,
mientras que varios socios protectores donaron cuatro toros a la compañía. El
resultado de esta corrida fue por decir bastante satisfactorio.
[1]Pieza almohadillada del aparejo de las caballerías que se
pone sobre el lomo para que no les lastime la carga.
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